Mientras en Haití miles de madres lamentan la perdida de sus hijos por una causa natural en Colombia cientos de madres recuerdan con dolor y resignación el cruel asesinato de los hijos que hipócritamente el “glorioso ejercito” de nuestro país hizo pasar por paramilitares y guerrilleros para justificar su muerte y así darse unas mejores vacaciones de verano.
En Haití miles de personas son enterradas y cercenadas a diario en fosas comunes como se hizo en la primera y segunda guerra mundial. En Colombia, obviamente en una proporción mucho menor, varios jóvenes humildes de Soacha fueron trasladados a otras regiones para terminar en fosas comunes mucho mas pequeñas que las de Haití. Pero, finalmente en una fosa común.
No quiero hacerlos pensar que la intención de este artículo es subestimar la tragedia que viven los haitianos simplemente me parece irónico que antes de solidarizarnos con nuestras victimas prefiramos desviar nuestra atención en otros asuntos internacionales que no contribuirán a cambiar el circulo vicioso de impunidad y corrupción que parece haberse quedado definitivamente en nuestro país.
Seamos sensatos, la solidaridad colombiana con los haitianos no va a cambiar lo que ya fue. Las ayudas ofrecidas por nuestro gobierno son un gesto de colaboración ejemplar que esta menguando en un pequeño porcentaje el dolor y el sufrimiento de miles de familias que lo perdieron todo.
Pero, la pregunta es ¿Qué ha hecho el gobierno para mitigar el dolor de las madres que perdieron sus hijos, no por una catástrofe natural, sino por un hecho cruelmente premeditado? ¿Les han ofrecido algún tipo de ayuda psicológica para superar la pesadilla que para muchas aún continúa? Por lo menos, ¿han hecho una rectificación pública todos aquellos, incluido el presidente Uribe, que aseguraron que las víctimas eran miembros de la guerrilla y las FARC y que por esa razón se les había dado de baja?
¿Se les ha reconocido por lo menos el 1% de las ayudas económicas que nuestro gobierno le ha mandado a Haití para que ellas puedan seguir alimentándose y viviendo humilde pero dignamente?
¿Se les ha brindado seguridad para proteger su vida de aquellos descarados que las amenazan con la muerte para silenciar la verdad?
Luz Edilia Palacio, una de las madres de Soacha que perdió a su hijo, responde con un trágico testimonio todas las preguntas anteriores.
Ella, según una excelente entrevista que pude leer en El Espectador realizada por Cecilia Orozco, huyo de La Dorada, Caldas porque le habían matado uno de sus cinco hijos. Por eso, se traslado a Soacha como pudo sin saber que tiempo después pasaría por el mismo dolor. Bueno, un dolor más profundo porque Jáder Ándres, de 22 años, era el más cercano y cariñoso de los cinco, además era su sustento económico.
Y a pesar del cariño que le tuvo en vida su precaria situación económica casi le impide darle santa sepultura. Su hijo mayor Diómer Iván vivió momentos escalofriantes para rescatar el cuerpo de su hermano que yacía en Ocaña, allí los militares de nuestro glorioso ejército nacional lo mataron a sangre fría junto a con otros jóvenes inocentes para recibir mejores remuneraciones económicas.
“Cuando llegaron (hermano mayor y ayudante) a Ocaña no les ayudó la Fiscalía, la Policía ni el Ejército, y ni siquiera el sepulturero. Sólo les dijeron dónde estaba la fosa. A ellos les tocó conseguirse una pala y tuvieron que cavar toda una tarde y la mañana del día siguiente para poderlo encontrar (Andrés). En la primera jornada sacaron de la fosa tres cadáveres que estaban muy descompuestos y todavía no encontraban el de Andrés.”
“Él (Diómer Ivan) me llamaba llorando cada cinco minutos y me decía que estaba desesperado y que no se sentía capaz de seguir adelante. Cuando encontró el cadáver de su hermano se puso peor. Estaba tan hondo el cuerpo que les tocó sacarlo con lazos”.
Luz Edilia y su hijo mayor actualmente están viviendo en una pieza pequeña de Soacha, a veces tienen para comer otras veces no. Diariamente reciben panfletos amenazantes donde dicen que se queden calladas que los sapos mueren por la boca.
Ahora resulta que todas estas madres pasaron de ser victimas hacer victimarias por dañar la imagen del “Glorioso Ejército Colombiano”. Ellas están reclamando justicia, y si la justicia implica demostrar el abuso de poder por parte de algunos militares entonces no se estaría dañando una imagen, sino revelando una verdad.
“En el Ejército dicen que nosotras dañamos la imagen de los militares. Hablan de “dañar la imagen” cuando a nosotras nos dañaron la vida y la honra. La vida, porque nos quitaron a nuestros hijos, y la honra, porque además de que los mataron, dejaron la sospecha de que los muchachos andaban en algo raro”.
Aunque no han recibido ningún tipo de protección por parte de las autoridades competente Luz Edilia afirma que no se irá de Soacha ni de la ciudad hasta que los culpables no estén en la cárcel. Mientras que eso pasa puede que la asesinen primero a ella o su otro hijo.
“Los 17 militares que quedaron libres son los primeros en lograr ese triunfo, gracias a una hábil estrategia de un colectivo de juristas que se dedican a la defensa de los militares y cuyos servicios son prepagados con parte de los salarios de los uniformados y con aportes de asociaciones militaristas. Otros 25 militares envueltos en procesos por asesinatos de civiles podrían lograr su libertad en los próximos días. El Gobierno se ha mostrado más solidario con los encartados que con las familias de las víctimas. En marzo de 2009, el Presidente aseguró que muchos falsos positivos eran “falsas acusaciones” y que por eso no debían “dejarse acomplejar”.
El gobierno de Colombia y la ciudadanía en general se muestra más solidaria con las victimas internacionales. Y lo más grave es que el estado también se muestra más solidario con los victimarios que con quienes verdaderamente lo necesitan.