miércoles, 13 de abril de 2011

Makgeolli y Kimchi: deleite coreano




Una de las cosas que más disfrute durante mi visita a Corea el año pasado fue la diversidad gastronómica que probé en varios restaurantes populares y tradicionales. Soy de las que cree que una de las formas más divertidas para conocer una cultura tan diferente como la coreana es degustando sus productos y bebidas tradicionales.

De antemano quiero aclarar que no probé perros, gatos, ratones o embriones de pato, pues, en primer lugar no son platos típicos, y en segundo lugar, sí lo fueran tampoco los comería, esa opción me produce nauseas de la cabeza a los pies. Lo más extraño que probé fue unos pedacitos de pulpo con salsa soya que sabían muy bien y lo otro: unas larvitas demasiado picantes, realmente solo pude probar una. Ese sabor tan picante de las larvas con apariencia de cucarachas se debía al kimchi. El kimchi es un vegetal fermentado que se puede almacenar durante mucho tiempo, se utiliza para maridar todas las comidas tradicionales coreanas: arroz, sopas, fideos, pescados y ensaladas. Aunque sea difícil de creer, los coreanos también utilizan algunas de las 160 variedades de kimchi que existen hasta para hacer tortas y panqueques. Es un producto que tiene un altísimo valor nutricional, actualmente la mayoría de las amas de casa preparan grandes cantidades de Kimchi y lo reservan para la época de invierno.

Casi todas las comidas que probé durante las tres semanas de mi estadía en este hermoso país las combine con Makgeolli, una bebida alcohólica tradicional que se ofrece en casi todos los restaurantes y que se puede conseguir en botellas plásticas o de vidrio en cualquier supermercado del país.

El makgeolli es económico, se sirve frío y en tacitas soperonas. Una jarra cuesta aproximadamente 5 dólares y tiene entre 6 ó 7 grados de alcohol. Este tipo de vino coreano sabe muy bien y además es muy refrescante, si lo pudiera comparar con algún sabor colombiano, diría que es similar al masato, solo que más rico, agri-dulce y lechoso. Por lo mismo que sabe bien y que lo usan para acompañar los alimentos puede causar síntomas de embriagues. Como en cualquier tipo de bebida alcohólica todo depende de la cantidad que se consuma, pero en mi caso -así tomara mucho o poco- siempre que terminaba de comer y me paraba de la mesa o del piso (dependiendo del restaurante) me sentía un poco mareada, con la temperatura más elevada de lo normal y los cachetes muy rojos. Miraba a mí alrededor y observaba que todos los nativos que también habían consumido makgeolli estaban normales, como si hubieran pasado su comida con un vaso de agua. No podía entenderlo, deduje que esta capacidad se debía a que llevaban años tomando esta bebida y por esta razón ya no sienten los mismos efectos del alcohol o más bien con el paso del tiempo los han aprendido a disimular muy bien.

Esta bebida se consume diariamente por la mayoría de jóvenes y adultos coreanos, en gran parte porque se dice que ayuda a mantener bien el sistema digestivo. Las bebidas tradicionales de Corea se hacen principalmente con arroz, cereales, patatas dulces, trigo y/o malta. Se clasifican de acuerdo a la pureza, el porcentaje de alcohol, a la existencia de un proceso de destilación y a los materiales utilizados.

Básicamente las bebidas alcohólicas se dividen en: yakju (licor puro refinado de arroz fermentado) soju (licor destilado), takju (licor espeso, fermentado de granos sin refinar), vinos de frutas y vinos medicinales de variadas semillas y raíces.

El makgeolli hace parte del grupo de los takju, es la bebida más antigua de todo el país, pues tiene sus orígenes en la Dinastía Joseon (1392-1910). Actualmente se produce mezclando arroz, cebada o trigo, y un ingrediente llamado Nuruk. El makgeolli es exportado a más de diez países del mundo, el principal comprador es su vecino: Japón.


domingo, 3 de abril de 2011

“Japón no reza, ni hace Teletón, Japón trabaja”

Publicado en: http://www.elespectador.com/noticias/soyperiodista/articulo-261531-japon-no-reza-ni-hace-teleton-japon-trabaja


Colombia no ha sido azotada por Tsunamis, radiaciones nucleares ni terremotos recientes, pero si por “EL SAMY” y la Ola Invernal del 2010. Es extraño hacer referencia al invierno en un país del trópico donde no existen las estaciones, sin embargo desde el año pasado 28 de los 32 departamentos viven literalmente con “el agua hasta el cuello”, ni hablar del mal estado de las carreteras y calles de Bogotá, porque desde que los ciudadanos eligieron a Samuel Moreno como Alcalde pareciera que por esta ciudad hubiera pasado un terremoto de mil puntos en la escala de Ritcher. ¡Un verdadero caos!.




Pero, lo más triste es que Colombia no solo se hunde por el “invierno”, se hunde por la ineficiencia y la corrupción estatal. Se hunde porque no existen estrategias de prevención, porque los fondos que deberían destinarse para una tragedia son robados para satisfacer lujos banales. Se hunde porque no elegimos concejales, ministros y gobernantes serios que piensen en preservar la vida de los colombianos.




Desde el 2002, antes de la Ola Invernal, la Universidad Nacional propuso construir cinco diques fusibles para proteger de las inundaciones a una de las regiones más afectadas actualmente - La Mojana-. La misión de las estructuras era dosificar el agua y permitirle llegar hasta los caños que transitan hacia la cuenca del río San Jorge. Pero, hasta el día de hoy solo se ha construido un dique y aún no está en funcionamiento.




Es inaudito y sumamente vergonzoso que en Japón reconstruyan una carretera principal completamente destrozada en tan solo seis días, mientras que en Colombia, más exactamente en departamentos terriblemente afectados por la ola invernal -como Bolívar- los habitantes lleven 9 meses esperando la reconstrucción de un puente para no tener que arriesgar sus vidas al cruzar un río.




En Bogotá, la historia no es distinta, vamos a completar años esperando que terminen las obras viales de la ciudad. Estamos cansados de los huecos, los trancones, las grietas y lógicamente del pésimo, humillante, pero al mismo tiempo indispensable servicio que ofrece Transmilenio.




Las imágenes de la carretera de Gran Kanto -en la ciudad de Naka- Japón- completamente destruida demostró la fuerza del terremoto (8.9 grados) que el 11 de marzo azotó al pueblo nipón. Pero al mismo tiempo la asombrosa velocidad con la que fue reconstruida le mostró al mundo una de las características más importantes de este país: la capacidad para salir adelante a pesar de las adversidades.




En Colombia rezamos, hacemos teletones y donamos dinero, pero no logramos reconstruir nuestras ciudades después de una tragedia natural. Han trascurrido varios meses desde que la ola invernal azoto nuestro país, y muchos damnificados siguen sobreviviendo en cambuches “provisionales” en medio del agua. La solidaridad de los colombianos permitió recoger más de 800.000 millones de pesos para ayudar a los damnificados que lo perdieron todo.




Adicionalmente varios ministros y alcaldes locales fueron delegados para hacer frente a las consecuencias de una catástrofe sin precedentes. Sin embargo, la mayoría de los damnificados, parece no sentir los efectos de los planes en ejecución en cabeza de los gobernadores departamentales, en coordinación con operadores privados que fueron aprobados por el nivel central.




Decenas de empresarios y familias en Mosquera perdieron por completo sus cosechas y aseguran que no han recibido los subsidios y créditos prometidos. En Atlántico, el 80% de Campo de la Cruz aún está bajo el agua, mientras que en Manatí la mitad del pueblo sigue inundado.




En resumen no nos reponemos ni siquiera un 20 por ciento de la primera crisis de ola invernal, ¿qué podrá pasar con la que se nos avecina y se anuncia mucho peor que la anterior? Realmente es algo que no quiero imaginar.




En Japón, según el primer ministro Naoto Kan, la crisis ha fortalecido el orgullo nacional de su pueblo. En colombia la crisis - cualquier crisis- es una excelente oportunidad para el clientelismo y la corrupción. Mientras que en Japón se impulsa una financiación inmediata de la crisis para poner en marcha una visión de largo plazo y transformar la región devastada por el terremoto con un nuevo "modelo para el mundo entero".




En Colombia, el presidente Juan Manuel Santos expresó que: la situación no se arreglará con unas cuantas semanas de sol y recordó que la recuperación y la reconstrucción tomará años y que por eso el país debe estar unido y trabajar mancomunadamente. Aquí tuvimos daños estructurales menos graves que en Japón, sin embargo es muy factible que ellos reconstruyan su país primero que nosotros. Porque como ya lo sentenció Santos aquí en Colombia nos tomará años y más años.


Definitivamente “Japón no reza, ni hace Teletón, Japón trabaja”.