viernes, 2 de septiembre de 2011

ME APENAN LAS PENAS DE ESTE PAÍS



La justicia en Colombia es cuestionada casi que a diario por periodistas, expertos y la gente del común. Desafortunadamente la percepción mayoritaria de los ciudadanos es que tenemos un sistema penal injusto y contradictorio que en contadas ocasiones resulta efectivo.

En días pasados hubo una gran inconformidad porque un bogotano, Mario Peña Hernández, fue condenado a pagar tres años de cárcel en La Modelo por pagar una arroba de papa con un billete falso de $50.000 en una tienda de barrio. Es cierto que Hernández ya había tenido este mismo modus operandi en otras ocasiones en el mismo lugar. Por esta razón, un juez de conocimiento de Bogotá lo acuso de tráfico de moneda falsa. En ningún momento pretendo minimizar el delito del cliente, porque es una falta de honestidad grave, pero considero que el sentir de todas las personas es que fue una pena injusta. Hasta el tendero se mostró arrepentido porque nunca pensó que el juez profiriera un fallo tan drástico.

Realmente, yo no me imagino al señor Hernández en una de las cárceles más peligrosas del país como lo es La Modelo hablando con sus compañeros de celda sobre las razones por las cuales están allí. Después de que cada uno cuente que esta “pagando cana” como dicen coloquialmente por matar, violar, desmembrar, descuartizar o secuestrar una o más personas, él relatará cada vez que se lo pregunten que deberá pagar treinta y seis meses de prisión por "meter” un billete falso en una tienda de barrio. Creo que el compañero más sano que tendría este personaje dentro de la cárcel Modelo sería uno similar a Víctor García, el mensajero que en 2006 le tocó las nalgas a una mujer y fue condenado –a mi juicio también injustamente-por la Corte Suprema de Justicia a 4 años de prisión por "injuria violenta".

Tristemente lo que puedo vaticinarle a estos dos hombres es que saldrán con vicios y mañas mucho peores de las que tenían antes de ingresar a prisión, porque no creo que este tipo de personas se deba mezclar con otras que han cometido atrocidades mucho más graves. No creo que sea sano ni mucho menos fácil sobrevivir diariamente con asesinos, secuestradores, corruptos y violadores que si son un verdadero peligro para la sociedad. Utilizo la palabra sobrevivir porque eso es lo que tienen que hacer muchos en las prisiones de este país debido a la precariedad de recursos y falta de organización dentro de las mismas.

La situación de las cárceles de nuestro país es muy preocupante, La Modelo-particularmente- presenta índices de hacinamiento muy elevados y pésimas condiciones de vida para sus presos. Sin embargo, la justicia colombiana se da el lujo de apresar hombres que realmente no son una amenaza para la sociedad como si lo son muchos políticos corruptos que utilizan artimañas despreciables para conseguir sus objetivos sin importarles los intereses comunes de la mayoría de las personas. Es realmente vergonzoso que en nuestro país un hombre que cometió un delito menor como lo del billete pague más años de cárcel que otras personas que han robado billones de pesos descaradamente.




Fondos que debían ser invertidos en obras y proyectos necesarios para mejorar la calidad de vida de todos nosotros. Si la justicia colombiana pretende castigar ejemplarmente los robos y estafas en nuestro país lo primero que debería hacer es condenar proporcionalmente a Los Nule, Los Moreno, a Inocencio Meléndez –que de inocente solo tiene el nombre- y a Andrés Felipe Arias entre muchos otros.

Si por meter un billete falso de $50.000 alguien puede recibir 3 años de prisión, por robar billones de pesos ¿cuál sería la condena? Haciendo cuentas alegres serían varias cadenas perpetuas. Pero, la vergonzosa conclusión es que al parecer la justicia –al menos en estos casos- es dependiente y directamente proporcional a la cantidad de recursos económicos y poder político que tenga el acusado.

Es vergonzoso que en nuestro país los agresores sexuales que conocen a su víctima reciban una condena menor que los agresores desconocidos. Es decir, si es el papá quien violó al hijo, por ley recibe menos años de cárcel que un desconocido que también haya violado al mismo niño. Increíble, pero cierto.

Es incomprensible que un hombre que tocó las nalgas de una mujer en un lugar público, y nuevamente reitero que no quiero minimizar este hecho porque soy mujer y nunca justificaría ningún acto que viole nuestra integrad, haya sido condenado a 48 meses de prisión, mientras que un hombre que deformo la cara de una adolescente con ácido aún este caminando por ahí o tal vez, leyendo este artículo desde la comodidad de su sofá.

A mi juicio es un poco desproporcional que un hombre sea condenado a 20 años de prisión por adiestrar a un perro para agredir sexualmente a un niño, lo cual es un caso completamente aberrante y atípico-el primero denunciado en el país-, mientras diariamente cientos de niños y niñas siguen siendo obligados a tener sexo con algún familiar o vecino que lógicamente se encuentra en libertad.

El último caso que ha indignado nacionalmente al país es la decisión de darle casa por cárcel a Alirio de Jesús Rendón, alias el cebollero. El juez adujo unos supuestos problemas cardíacos del acusado que no le permitirían estar en prisión junto a personas que si han cometido crímenes y vejámenes similares a los que este personaje realizaba con su banda de sicarios-Unión Calatrava- en Medellín, más exactamente en el municipio de Itagüí.


El cebollero, tras confesar sus crímenes fue condenado a 50 meses de prisión, es decir dos meses más que el mensajero que le toco la cola a una mujer en un lugar público. La diferencia es que el sicario podría terminar pagando su condena -por todas las muertes y atrocidades que cometió- desde la comodidad de su hogar. Bueno, lo otro es que seguiría delinquiendo con un dedo desde su casa. Esperemos que la sustitución del juez que llevaba este caso sea suficiente para asegurar que el cebollero cumpla con su condena completa y desde la cárcel.

Todos estos casos -dónde se aplica la ley de manera excesiva para algunos que cometen procederes menores y de forma irrisoria para otros que cometen aborrecibles delitos de lesa humanidad- son los síntomas de una grave enfermedad, casi que mortal, que presenta el sistema penal colombiano. Una enfermedad causada –en gran parte- por enormes contradicciones legislativas y por el peligroso virus de la política criminal. Siete años sin ministerio de Justicia tendría que tener algunas consecuencias ¿no?

Definitivamente necesitamos una reforma a la justicia que sea víable y real. Muchos congresistas oportunistas presentan proyectos de ley de contenido penal no para desarrollarlos y ponerlos en práctica, sino para obtener votos y notoriedad. Para que su nombre circule favorablemente en la opinión pública.

Seguiremos en espera de un profundo cambio a la justicia, hasta que eso no suceda seguiré apenándome de las penas de este país.

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